Noticia esperanzadora y de gran interés para los
minusválidos de las sillas de ruedas, aparecida en el diario digital “EL
CONFIDENCIAL”, en fecha de domingo 4 de julio de 2012:
CALIFICAN EL HECHO COMO “REVOLUCIONARIO”
Como cuando el hombre llegó a la luna podría decirse que “Este también es un pequeño paso para un hombre, pero un gran paso para la humanidad”. He aquí el texto integro con la noticia en el mencionado periódico digital:
Andrew Meas, un ciudadano estadounidense de 33 años, se ha convertido en
el primer paralítico que ha logrado levantarse y caminar gracias a la
rehabilitación estimulada por un implante eléctrico. Meas, oriundo de
Louisville (Kentucky), perdió la movilidad de cintura hacia abajo en un
accidente de coche en 2007, en el que su espina dorsal quedó seriamente dañada.
Pero gracias al implante, y a
la rehabilitación, ha logrado recuperar la habilidad para levantarse y mover
las piernas sin ayuda.
Lo más
sorprendente de todo no es el implante en sí, sino el hecho de que, tras ser
apagado, Meas conservaba cierta movilidad. El estímulo proporcionado por el implante parece haber
fortalecido conexiones que, aunque permanecían inoperativas, seguían funcionando
a lo largo de la médula e, incluso, podría haber creado otras nuevas, lo que le
permite moverse incluso cuando el implante se apaga. Este hecho es, según la
revista New Scientist, que
ha entrevistado al propio Meas y a los responsables de la investigación,
“potencialmente revolucionario”, en la medida en que muestra que la espina dorsal
puede recuperar su función años después de que un accidente.
No
teníamos ni idea de que la estimulación iba a funcionar también hacia arriba,
reparando las conexiones entre la espina dorsal y el cerebro
Meas
ha sido uno de los tres voluntarios que han formado parte de un estudio del
Instituto de Rehabilitación Frazies de la Universidad de Louisville. En el
proyecto participa el neurólogo Reggie Edgerton, de la Universidad de California, que ya en 2009 logró que un implante de
este tipo funcionara en ratas de laboratorio, aunque sólo mientras se les
estimulaba mediante el implante eléctrico. El
resultado en humanos le ha sorprendido: “No teníamos ni idea de que la
estimulación iba a funcionar también hacía arriba, reparando las conexiones
entre la espina dorsal y el cerebro”.
Según
Edgerton, todo esto podría tener dos explicaciones: o bien el estímulo ha
creado nuevas conexiones, o bien la estimulación ha reactivado de alguna forma
conexiones que parecían dañadas de forma irreversible. La segunda opción es,
para Edgerton, la más factible: “Podría
haber conexiones silenciosas que no podemos observar con las técnicas actuales, demasiado dañadas para trabajar por sí
mismas, pero capaces de funcionar gracias al estímulo”.
Un proceso
complejo
Para llegar a
moverse Meas tuvo que pasar por toda una serie de azarosas pruebas. En primer
lugar se sometió a una rehabilitación convencional, en la que no experimentó
ninguna mejora. Tras esto se le implantó una matriz de 16 electrodos en la zona
inferior de la médula espinal, para estimular de forma continua los nervios
raquídeos. Cuando el implante
se encendió y se colocó en la posición correcta, Meas fue capaz de levantarse
sin ayuda en el primer intento. Una
sensación que, según cuenta, cambió su vida para siempre: “Cuando se encendió
noté una sacudida en los músculos. Fue alucinante. Era la sensación más normal
que sentía desde que tuve la lesión”.
Las
señales cerebrales voluntarias lograron atravesar la lesión y dar órdenes a las
extremidades más alejadas
Pero
lo mejor vendría después. Tras
tres meses de entrenamiento para aprender a levantarse usando el implante, Meas
trató de mover los pies mientras los electrodos estaban apagados. “De repente me di cuenta de que
podía mover el dedo gordo”, ha explicado a New
Scientist. Los científicos entonces probaron a entrenar los músculos con el
implante apagado y, en efecto, comprobaron que Meas podía mover las
extremedidades sin ayuda. Las señales cerebrales voluntarias habían logrado
cruzar la lesión de la médula y dar órdenes a las extremidades más
alejadas. Con el tiempo, Meas obtuvo mayor control de la vejiga y la función
sexual, y logro regular mejor su temperatura corporal.
Pese a estos avances, a
día de hoy ninguno de los otros voluntarios puede andar sin ayuda. Los
efectos del implante parecen durar unos días, pero no han logrado reparar las
lesiones por completo. En opinión de Edgerton, en cualquier caso, todo esto
“abre nuestra mente a nuevas posibilidades”. La solución a este tipo de
lesiones no está muy lejos, y podría llegar a medida que avance la tecnología
de los implantes
No hay comentarios:
Publicar un comentario